Sr. Director: El Papa ha empleado la palabra "inerte" para denunciar la pasividad del mundo occidental ante las matanzas de cristianos. "Inerte" significa algo más que indiferencia o negligencia: es como no ver, ni oír, ni entender lo que pasa, como si fuésemos de piedra. Cada año mueren martirizados más de cien mil cristianos en todo el mundo, especialmente en parte del orbe islámico, donde se ha desencadenado un odio generalizado a las minorías cristianas que viven en sus tierras desde siglos, antes de que apareciera el Islam en ellas. No se trata ahora de hacer historia sobre las viejas luchas, de trasfondo religioso, que se han desarrollado, siglos atrás, entre lo que se ha dado en llamar Oriente y Occidente. Lo que se observa hoy es una exacerbación de la intolerancia por parte de unas minorías que han crecido cultivando el odio a la civilización occidental, aunque se da la paradoja de que también en Occidente la cultura cristiana sufre hostilidad y menosprecio. Aquí está la razón de esa desidia ante las matanzas que se desarrollan cada día. Por supuesto que hay que exigir responsabilidad a las múltiples e incontroladas voces que enseñan el odio al cristiano y al judío desde la niñez, en escuelas y mezquitas. Tendrán que pasar varias generaciones para que los llamamientos que hoy se alzan a favor de una reforma de le enseñanza islámica, tengan su eco en la práctica. Pero a Occidente hay que exigirle su responsabilidad en la defensa de los derechos humanos y recordarle que por ahí pasa la "línea roja" de la convivencia. Jesús Domingo Martínez