Sr. Director: El fundamento de la esperanza cristiana no es siempre optimismo, ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a Él, si removemos la pesada losa de la falta de esperanza, que nos convierte en ocasiones en cristianos tristes y desanimados. Esta genuina esperanza, como nos ha recordado el Papa, no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones. Eso no significa ni ausencia de problemas ni que el mal desaparezca con una varita mágica. De hecho basta una mirada detenida por el mapa del dolor, como ha hecho el propio Papa Francisco en el mensaje previo a la bendición Urbi et Orbi de este domingo, para darnos cuenta de que son muchos los hermanos que siguen sufriendo: desde Siria, Irak, Yemen o Libia hasta el conflicto en Tierra Santa, o el terrorismo que riega de sangre inocente muchas partes del mundo, o la persecución violenta, que por odio a la fe, sufren quienes a menudo tienen que abandonar su tierra a la fuerza. Jesús Madrid