Sr. Director: El papa Francisco visita Auschwitz, en el marco de la JMJ de Cracovia. El que durante la II Guerra Mundial (1939-1945) fue lugar del exterminio y de la muerte programada por las fuerzas satánicas más horrorosas manifestadas en forma del nacionalsocialismo nazi ha vuelto a poner en la memoria la degeneración a la que es capaz de llegar el ser humano cuando hace de la voluntad de poder, del mito del superhombre, de la divinización del poder político y de la violencia del terror lo opuesto a la Misericordia de Dios, que diría el Santo Padre. Un lugar de exterminio y muerte programada por los nazis que se materializó en los trenes de la muerte hacia el exterminio en hornos crematorios no sólo de judíos, sino de cristianos de todas las confesiones, especialmente católicos polacos, ancianos, niños arrebatados a sus propias madres de forma engañosa y violenta, lisiados, enfermos crónicos. Todos los sacrificados en los hornos crematorios son dignos del mismo respeto y veneración, pero se podría elegir como patronos de los sacrificados a San Maximiliano Kölbe, sacerdote católico que se ofreció como víctima, sustituyendo a un padre de familia numerosa que iba a ser sacrificado. También la patrona podría ser la filósofa judía Santa Benedicta de la Cruz, más conocida como Edith Stein, discípula predilecta de Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, convertida al Catolicismo con gran oposición de su familia judía, leyendo la vida de Santa Teresa. Edith Stein fue autora de numerosos escritos filosóficos y teológicos, entre los que destaca La ciencia de la Cruz. Fue sometida a una persecución continua por las SS y consciente de que su vida por ser judía peligraba, aceptó su difícil situación con gran serenidad y paz. Fue detenida por la policía nazi, con otros 300 católicos, entre los que se encuentran 15 religiosos, que se reunían para rezar el breviario y el Rosario. Los últimos días y horas de Edith Stein estuvieron marcados por la detención y el transporte hacia el exterminio en los caldeados y abarrotados vagones que la llevaron a Auschwitz. En el viaje hacia la muerte ayudó y consoló a los que iban a ser sacrificados con su paz y amovilidad. Las víctimas tuvieron que dejar su equipaje junto a la vía y en camiones fueron llevadas rápidamente al lugar donde fueron aniquiladas. Los sicarios de las SS los sometieron a un interrogatorio sobre su edad, origen y profesión. Todo estaba programado para que los niños de pecho y millares de personas inocentes fueran asfixiados con gas en poco más de cinco minutos. Así sor Benedicta, hoy declarada patrona de Europa, por su gran valedor San Juan Pablo II, se unió con Cristo y con sus hermanos de raza, se abrazó con la más profunda humillación. Su sacrificio propiciatorio se consumó con los terribles sufrimientos de su pueblo. Los nuevos asesinatos de cristianos en diferentes partes del mundo por el terrorismo fundamentalista islamista, como el sufrido por el venerable y anciano sacerdote Jacques Hamel, en su propia  parroquia y ante sus humildes fieles, hacen más necesario el recuerdo de Auschwitz en pleno siglo XXI. Fidel García