Sr. Director Las agencias de noticias dan cuenta por estos días de otro caso de suicidio asistido, esta vez, realmente de ribetes salvajes, ocurrido en Bélgica. Los hechos sucedieron en 2009, pero no los han dado a conocer hasta la semana pasada los familiares de una mujer que había pedido y conseguido la eutanasia en ese país a pesar de no tener ninguna enfermedad. Dan cuenta las agencias que "Tine Nys, que entonces tenía 37 años, acababa de romper su relación con el hombre con el que convivía, viendo acabarse definitivamente su deseo de casarse y tener hijos. Buscó un médico que estuviera dispuesto a practicarle la eutanasia hasta que encontró, casi cuatro meses más tarde, concretamente el 24 de abril de 2010, al que la mataría con una inyección". Lamentablemente en ese país, al igual que en su vecino Holanda, el valor de la vida humana se ha "cosificado" hasta tal punto que se considera "algo" disponible a voluntad, no sólo cuando se padece una enfermedad sino que, por lo visto en el presente caso, también por la simple voluntad de cualquier persona, incluso sana. En esa misma línea de acción, estos países no sólo tienen legalizados la eutanasia y el "suicidio asistido" para personas mayores de edad sino que han llegado al extremo de habilitar el procedimiento también para personas menores de edad, violando la patria potestad o la tutela sobre ellos, en su caso. El suicidio asistido y el aborto provocado son expresiones legislativas de procesos de decadencia ética en un mundo que por un lado sufre una "inflación de derechos", incluso de algunos que no son tales, y en forma concomitante padece de estos flagelos que atentan justamente contra los derechos humanos que en el discurso se dicen proteger por la comunidad internacional, como es el caso del derecho a la vida. Domingo Martínez