Sr. Director: Una gran epidemia se fue extendiendo por la ciudad afectando gravemente al corazón y al cerebro de gran parte de sus habitantes, incluidos niños y algunos jóvenes en los que la enfermedad prendió de forma virulenta. Alarmados ante la fácil expansión del terrible mal, las autoridades investigaron las circunstancias que rodeaban a los pacientes, concluyendo que una causa fundamental en la extensión de la epidemia se debía al consumo de ciertos alimentos contaminados de alta toxicidad, que se distribuían por hogares y escuelas, aunque no a todos afectaba por igual. Por eso nadie entiende aún por qué, tras obligar a la ingesta de un novedoso y drástico medicamento que pretendía detener la epidemia y paliar las dolencias de ya casi media ciudad, no se procedió también a prohibir la letal distribución de aquellos alimentos que constituían una de las causas del mal. Miguel Ángel Loma