Una parte de la teología contemporánea, que encima tiene la desfachatez de tomar por emblema al Papa Francisco (quinto aniversario de su papado), enarbola la dulzura cursi como la seña de identidad del cristianismo del siglo XXI. Pues no sé yo si el "Jesús dulce y bueno" tiene algo que ver con el personaje lenguaraz, que calificaba de hipócritas a los fariseos, que ponía a prueba a los peticionarios gentiles llamándoles perros o que hacía de cuerdas un azote y empezaba a derribar los muy legales negocios de los cambistas del templo. Si la misericordia es cursilería, se corre el riesgo de convertirla en connivencia con el mal. Es un riesgo teológico, social, real... y muy actual. Para entendernos: una cosa es la rectitud de corazón, de suyo recia, y otra la blandenguería. Esta última tiene poco de cristiana y poco de misericordiosa. Ser cristiano no es ser blandito, todo lo contrario. Hispanidad redaccion@hispanidad.com