Su tamaño es como el del Peñón de Gibraltar (se confía en que el señor Picardo,  ministro principal de Gibraltar, cambie de residencia astral y se aleje con el neo-peñón). Con una velocidad de 33 km. por segundo, pasará a 1,8 millones de kilómetros de la tierra. Lo que no se dice: si un bicho de ese tamaño, una mera esquirla de un cuerpo estelar más gordo, impacta contra la tierra provocaría un terremoto que podría alcanzar varios continentes. O un tsunami que convertiría un continente entero en terreno  subacuático. Pero tranquilos: pasa muy lejos y no volverá a pasar otro similar hasta por lo menos, 2027. Y ahí la respuesta es a la gallega, en forma de interrogación: ¿Seguro? No es posible calcular el movimiento de los cuerpos celestes, y no se puede porque el hombre no puede controlar ni lo muy grande ni lo muy pequeño. El cálculo infinitesimal y el cálculo de las magnitudes siderales dan para lo que dan. Lo que significa que un asteroide puede cambiar su ruta y en el universo puede pasar cualquier cosa que pretenda su creador. Y así, es más práctico confiar en la Providencia que intentar medir el destino. Hispanidad redaccion@hispanidad.com