Se esconde en la negociación del Brexit, ocasión que ni pintada para poner en su sitio el hoy paraíso fiscal. El presidente Rajoy, en su línea, no se atreve a dar pistas sobre el futuro de Gibraltar tras la separación de la Gran Bretaña de la UE, y se refugia en que cualquier acuerdo entre Bruselas y Londres, deberá tener el visto bueno de los gobiernos español y británico. Eso, en román paladino, equivale a decir que no se moverá una coma del statu quo del Peñón (en la imagen) que dura ya más de 300 años. El Brexit era el momento para dejar las cosas más claras que hasta ahora sobre el futuro del istmo, al margen de que España siga sin reconocer, como es lógico, la soberanía británica. Eso y a pesar de las concesiones hechas en el pasado, por ejemplo en el Tratado europeo de Cielos Abiertos, en vigor desde 2002, y que ahora sería un buen momento para replantear, aunque ya quedó constancia en el texto la "controversia con el Reino Unido sobre la soberanía". Rajoy, tanto en su visita, la pasada semana, a Theresa May, como en cada vez que se le pregunta al respecto, se atiene a lo mismo, "las instrucciones dadas a Michel Barnier", el negociador europeo, "en su momento". Eso y decir que todo va bien, como dice Rajoy, es lo mismo, cuando en realidad ni va bien ni hay ningún avance. Hispanidad redaccion@hispanidad.com